LA HISTORIA DEL TORO

La era de tauro

El hombre concibe a la divinidad como un Toro, macho en occidente (Buey Apis en Egipto) y vaca sagrada en la India. Las culturas mediterráneas de esta época han dejado numerosísimos restos artísticos y leyendas que tienen como motivo central al toro sagrado. El arte egipcio está pensado según las cualidades de la influencia de Tauro: solidez, perdurabilidad, etc., como en el caso de las pirámides; pero, a la vez, la constelación opuesta, Escorpio, combina con dichas características las de la preocupación y reflexión en torno a la muerte física y la vida post-mortem: embalsamamiento, cámaras sepulcrales, etc. En la decadencia de la Era de Tauro predominó un materialismo posesivo que llevó a sus culturas a la destrucción. Como aspecto beneficioso de la era, se establecieron intercambios comerciales mediante diferentes monedas. Al final de la Era, Moisés prohibió adorar al becerro de oro (Tauro) y comenzó el mito del cordero pascual (Aries) Según otras fuentes la Era de Tauro habría sido de 4.460 a. J.C. a 2.300 a J.C.

El toro de lidia

El origen filogenético del Toro Bravo ha sido estudiado por expertos que pretenden determinar su origen y las variaciones sufridas del animal hasta nuestros días. Existe gran controversia al respecto pues no responde a una cadena filogenética precisa y única Por ello varias son las teorías que existen alrededor del origen del toro; lo que pretendemos es clarificar de la manera más sencilla posible, cada una de ellas. Los primeros datos históricos y referencias escritas sobre el toro aparecen en Asia menor y Egipto. Los sumerios hace 4.000 años iniciaban la explicación de la creación con esta sencilla expresión “En un principio era el toro”, así consta en las tablas de arcilla encontradas en Babilonia. Los asirios mencionan en sus códigos las cacerías de uros que datan del 1.000 a.C. También podemos leer en los textos bíblicos referencias escritas sobre el toro de lidia, “Dios hizo el mundo y lo pobló con infinitas especies entre ellas, el toro y por supuesto, el hombre” .

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